Conductor

Es el protagonista. A finales de sus treintas, alto, delgado, que como muchos otros llegó a Bogotá cuando era apenas un niño y se considera bogotano por adopción. Sus estudios llegaron al final de la secundaria cuando fue al ejército, más para ver qué hacía con su vida, que por una verdadera voluntad castrense.

Hizo amigos y enemigos en medio de sus compañeros de armas y fue precisamente el padre de uno de ellos, el que al final del servicio le dio trabajo como conductor de un taxi.  Su amigo no quiso regresar a la ciudad, siguió en el monte, y murió allá. tras la desgracia, el viejo se convirtió en el benefactor de nuestro protagonista, al cual trasladó parte de su amor filial.

El conductor es un hombre empático capaz de sacar palabras de casi cualquier pasajero, gracias a su carisma, provocando que cada pasajero cuente su historia, incluso aquellas que no compartiría con nadie.

Ama Bogotá sobre todas las cosas.

La mona

Emperatriz de las empanadas. Es una negra gigante de cabello tupido que tiñe de amarillo. Es un tesoro gastronómico de Chapinero y un miembro de esa nobleza callejera elegida por sus clientes: conductores de taxi, vendedores ambulantes, prostitutas y oficinistas de la zona. Aunque la mitad de su clientela viene por sus empanadas, la otra mitad viene por “mercha”, por droga que vende camuflada y que la ayudan a comprarse esos aretes gigantes que exhibe como una escultura.

A ella nunca le regalaron nada excepto tres hijos, todos de distinto padre, el último de un barranquillero que se fue a Estados Unidos de “emprendedor” y que allá se quedó, tras las rejas. Tiene con nuestro conductor una relación casi amorosa y siempre que lo ve llegando le va calentando sus empanadas. Es respetada por todos como una reina y en su “parche” no hay peleas. Respira salsa y la seducen los chontaduros.

El viejo

El viejo es un hombre blanco como un papel, que se viste como un dandi y con una sonrisa a flor de piel. Lo habita el carisma -al menos ahora- porque antes de los cincuentas, cuando estaba casado y con una hija, era un hombre amargado y estricto, un adalid de la moralidad.

Pero después, de un cisma sexual llamado Federico, su vida cambió. Lo dejó todo y después lo dejaron. Pero lejos de amargarse por la partida de su amante, decidió recorrer su vida en el sentido opuesto al que llevaba hasta entonces y convirtió la rumba de Chapinero en su dogma.

Dejó a su esposa y a su hija, ella tan radical como su pasado, renegó de su existencia y lo condenó al olvido, decidió terminar con su vida (no todos los suicidas son tristes) y empezó a escribir un diario que lo acompañaba a todas partes hasta que lo dejó perdido en un taxi…

Semáforos

Son una pandilla surrealista que le habla al conductor de forma variada. A veces le preguntan sobre sus pasajeros, a veces se burlan de él y a veces comparten chistes o intimidades. Claro, los que están ubicados en Chapinero porqué de la calle 100 para el norte ni le hablan.